¿Eres de esas personas a las que se les seca la boca, les tiembla la voz, les sudan las manos y el corazón les va a mil por hora cada vez que tienen que hablar en público?, ¡bienvenido/a al club!.
Esta semana, ha estado marcada por la aparición en los medios de comunicación de un grupo de maravillosas mujeres emprendedoras y empresarias, al que tengo el orgullo y la suerte de pertenecer y al que podéis seguir en www.emakumeekin.org. Por eso, me ha dado por ponerme a investigar por qué nos ponemos tan nerviosos/as cuando nos enfrentamos a un auditorio, a un micrófono y/o a una cámara. Elsa Punset y el profesor de psicología Clínica Experimental de la Universidad de Würzburg, Matthias Wieser, me han ayudado a entenderlo un poco mejor y me han dado unos trucos para controlar la ansiedad de hablar en público, que os voy a ir contando.
Primer asunto: ¿por qué muchos de nosotros/as nos ponemos de los nervios al hablar en público?
La neurociencia dice que es porque nuestro cerebro vuelve a hacer de las suyas. Se juntan en plan compinches el sistema de activación reticular y la amígdala, trayendo como resultado el que seamos particularmente rápidos/as para reconocer determinados tipos de caras en la audiencia, sobre todo aquellas que podrían desvelar pensamientos poco amables hacia nosotros/as, (rostros tristes, enfurruñados etc.). Ya veis que esto no ayuda demasiado, así que ¡sigamos!.
Segundo asunto: ¿es normal esto de ponerme de los nervios cuando hablo en público?
¡Pues sí!. Resulta, que en gran parte de la vida diaria funcionamos con un cerebro inconsciente muy emocional, que nos quiere proteger. Y si ese cerebro emocional se siente amenazado, no va atender a argumentos racionales como puede ser repetirse a uno/a mismo/a mil veces frases del tipo “no hay peligro, a toda esa masa de desconocidos/as, les va a encantar mi discurso”.
El cerebro emocional te avisará de forma inconsciente con mensajes de este otro tipo: “estás a punto de enfrentarte a una manada salvaje que puede reaccionar de cualquier manera: silbando, abucheando, tirando tomates”. Y claro, a los seres humanos no hay nada que nos ponga más nerviosos que la incertidumbre.
Tercer asunto: si la parte inconsciente de mi cerebro es la que me da guerra y no atiende a razones, ¿hay alguna manera de calmarla?.
¡Buenas noticias!. Sí que hay forma de calmarla. Ofrecerle pruebas concretas de que controlas la situación en la medida de lo razonable para que sus niveles de alerta ante la incertidumbre desciendan y te deje tener la fiesta, (el discurso, la presentación, la conferencia o lo que sea), en paz.
Cuarto asunto: ¿qué tipo de pruebas le hacen efecto?
Ensayar la charla en tu cabeza un montón de veces y, cuando te canses, ponerte delante de un espejo y seguir ensayando hasta que sientas que puedes dar la charla con tranquilidad, fluidez y desenvoltura (al menos en tu casa). Si quieres ir un paso más allá, puedes cerrar los ojos y recrear la sensación de estar en el escenario mientras cientos de personas prestan atención a lo que estás diciendo.
Beber un trago de agua antes de salir al escenario. Esto sirve para hacer pensar a tu cerebro irracional que la situación no es tan peligrosa como el vaticinaba, porque si estuvieras ante auténtico peligro de muerte, no serías tan tonto/a como para detenerte a beber.
Respirar profundamente desde el abdomen. Cuando tienes miedo, todos tus procesos fisiológicos se ven afectados, especialmente el digestivo, el urinario y el respiratorio. Ralentizando voluntaria y profundamente uno de ellos, en este caso la respiración, le estás diciendo a tu cerebro irracional que el peligro es menor del que teme. Además, una respiración acompasada y profunda, hará que tu voz se proyecte sin temblores y con más fuerza.
No poner obstáculos físicos entre el público y tú. Busca crear una comunicación directa con el público para que se establezca un clima de confianza entre vosotros/as. ¡Vivan los “pinganillos” y los micrófonos inalámbricos, fuera atriles, mesas y otros parapetos!
Mantener contacto visual con tu público. Existe una técnica que se llama “de los tres segundos”. Consiste en buscar al inicio de la charla entre las primeras filas de espectadores, una persona empática que asienta con la cabeza y sonría mientras hablas. Alterna el mirar a los ojos directamente a esa persona durante tres segundos, con fijar tu visión en el global de la sala. Utiliza también a esa persona seleccionada, para centrarte en ella cuando sientas que te desconcentras o que te sientes inseguro/a.
Y para terminar… el mega súper truco.
No pretendas aparentar lo que no eres y trabaja tus sentimientos desde adentro, con autenticidad. La escritora holandesa Lise Heyboer dice que solo cuando convivimos con nuestras emociones con naturalidad irradiamos relajación y ligereza. Si estás cómodo/a y relajado/a contigo mismo/a, conseguirás contagiar esa sensación de cercanía y seguridad a los/as que te rodean.
¡Ánimo…y al escenario! Tienes la oportunidad de sacar lo mejor de ti con nuestro curso de ORATORIA.
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